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sábado, diciembre 09, 2006

Amor imposible...

¿Por qué existirán los amores imposibles? ¿Será una necesidad de seguir ilusionándose con alguien que sabemos jamás estará junto a nosotros? ¿Será que no queremos que nunca se acabe esa hermosa ilusión de que algún día nos besaremos apasionadamente y seremos felices con la otra persona y por eso buscamos lo imposible, para que no exista la desilusión?Quizás sí, necesitamos que exista algo eterno que nos produzca bienestar y encontramos en el "amor imposible", aquel que es "perfecto e ideal" para nosotros, excusa perfecta para "atarnos" a lo que creemos una felicidad para nosotros, pero que jamás se dará en la realidad, jamás existirá lo que nosotros queremos con esa persona y entonces es imposible desilusionarnos alguna vez, porque siempre estará viva la esperanza de que el amor imposible deje de serlo.Además también puede llamarse "imposible" a ese amor fantasioso que sentimos por la otra persona, aquel que jamás concordará con el de la realidad, porque la otra persona no puede ser exactamente igual a lo que nosotros formamos en nuestro pensamiento ni puede amarnos en la forma en que nosotros queremos que nos ame.La cuestión, en sí, es que existen amores imposibles porque nos mantienen vivos, nos llenan de ilusión, de ganas de seguir sonriendo y alegrándonos, nos llenan de esperanzas de que, en algún momento, esos amores, tan pasionales, dejen de ser imposibles y nos hagan las personas más felices sobre la Tierra...

1 Comments:

Blogger elcorsarionegro said...

Hola, un tema tan cautivante y tan contradictorio, tan viejo como nosotros mismos, que decir, mejor que lo diga Borges:

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso
y tácito de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor tan misterioso
como mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria
del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha que
la memoria elige,
me darás esa orilla de tu vida que tu misma no tienes.
Arrojado a quietud,
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré, por vez primera, quizá,
como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo,
sin el amor, sin mí.

2:05 p.m.  

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